martes, 4 de junio de 2013

Con la música a otra parte

Ha vuelto a abrirse la verja del jardín. Han crecido muchas malas hierbas esta primavera; todo está muy descuidado y frío. El aire parece susurrar viejas meoldías; quizá sea mejor, después de todo, irse con la música a otra parte.

Los pianos siempre están preparados para ir de fiesta.

El violín suena a llanto de niño.

El saxofonista fuma música.

Las castañuelas deberían producir perlas musicales.

El pentagrama es la cárcel de las notas musicales.

Lo malo del que toca la flauta travesera en una orquesta es que siempre le está dando codazos al músico que tiene a su lado.

El sonido del piano siempre nos recuerda al de las gotas de lluvia.

Lo más insólito: aprender a tocar el contrabajo sin ningún trabajo.

¡ Qué bien se han peinado los cabellos las guitarras!

Cuando el pianista pisa los pedales de su instrumento, parece que fuera a acelerar o frenar el ritmo de la música.

No sé por qué, pero al intérprete del arpa lo asociamos siempre con una mujer rubia de largos cabellos abrazada a su amante.

Los pianos de cola deberían ser blancos, como los trajes de novia.

Pentagrama: raíles por donde circula el tranvía de la música.

Los ritmos musicales modernos tienen nombres alimenticios.

Si el director de orquesta cambiase la batuta por un pincel, podría crear algo así como cuadros musicales.

Al caer sus lágrimas sobre el pentagrama se convirtieron en las notas musicales de aquel adagio triste que estaba componiendo.

En las salas de conciertos, la tos va rebotando como un eco de unos espectadores a otros.

Ella toca el violín y él la viola.

En los grandes orfeones siempre nos parece que hay uno que sólo mueve los labios sin cantar.

Las teclas de los pianos se pintan las uñas de negro.

Lo que mejor suena en los conciertos son esas toses que brotan de las gargantas de algunos espectadores.

El único órgano que no suena al tocarlo: el órgano sexual.

Un adulto tocando la zambomba es un acto absolutamente obsceno.

La sinfonía o el concierto no llegan a su punto culminante hasta que el director de orquesta no se despeina.

El piano es un instrumento que compra el padre para que lo toque la hija y presuma la madre.

El sonido de los discos viejos está lleno de migas, como si durante la grabación se hubieran comido sobre ellos la merienda los intérpretes.

Los violines son los hijos de los violonchelos, unos niños traviesos y revoloteadores a los que de cuando en cuando el músico tira de las orejas para que se porten bien.

El solfeo se aprende mejor en los días nublados.

Las teclas blancas y negras de los pianos son su código de barras.


Juan Balleste®

sábado, 17 de diciembre de 2011

De la muerte y otras malas costumbres irreparables

El jardín se llena hoy de malas hierbas, de las peores hierbas, y es en vano arrancarlas. La muerte al final simpre ganará la partida.


La muerte es viuda.

Por el grifo de la pistola mana el líquido terrible de la muerte.

Al final resulta que no seremos naturales de donde hemos nacido, sino de donde hemos muerto.

Lo más misterioso de las calaveras es que no sabemos de qué se ríen.

Es irracional, infundado y absurdo el miedo que se tiene a los cementerios. En los cementerios nunca muere nadie, está uno a salvo de morir. Sólo se muere fuera de ellos.

Asociación de ideas: ver un hombre con una guadaña siempre nos parecerá un aviso de la muerte.

El latín es una lengua muerta porque a los muertos se les pone en la lápida "Requiescat in pace", que es latín.

La única amistad duradera es la de los muertos que son enterrados en una fosa común.

¿De qué murió la Muerte? Murió de inmortalidad.

Todos los muertos son unos calaveras.

Cementerio: hotel en el que sólo suele haber camas individuales y que es muy frecuentado por personas de la tercera edad.

Los nichos de los cementerios son rascacielos que crecieron apaisados.

Visitando los cementerios se puede comprobar el grado de estupidez de algunas personas al instalar a sus seres queridos en tumbas más o menos suntuosas, como si al difunto le pudiera importar ya todos esos adornos a veces excesivos con que se rodea la lápida. Tiene uno la sensación de estar viendo una enorme urbanización, con sus chalets variopintos extendiéndose hasta la lejanía. Más que la presencia de tanto muerto, lo que impresiona de esos lugares es el agobio, la falta de espacio, el no dejar casi resquicios para que crezcan las plantas o las flores. Y todo alredodor, esas enormes moles apaisadas que son los nichos, donde de verdad bulle la vida del más allá. Los nichos son los edificios modernos, funcionales, donde se convive con una serie de vecinos colindantes por arriba, pr abajo o por los lados. Y, lo mismo que sucede en la vida real, debe haber vecinos de nicho molestos, ruidosos, roncadores, con dificultades para dormir el sueño eterno, chismosos, huidizos, exhibicionistas, etc. Y lo peor es que todos esos vecinos te acompañarán eternamente, hasta el juicio final.

Los muertos son inmortales.

Una cosa que no se debería hacer es enterrar a los muertos con los zapatos puestos. A la irremediable tristeza de estar muerto se añade la eterna incomodidad del calzado, y cuando se les hinchen los pies ni siquiera tendrán el alivio de estar descalzos.

Todos los cementerios se comunican entre sí.

Una comitiva fúnebre es una reunión de vivos que se van a comer a la salud de un muerto.

El reloj de la muerte es el único que no atrasa.


Juan Balleste®

miércoles, 16 de marzo de 2011

No descartemos a Descartes

Para celebrar la primavera traemos al recuerdo al gran filósofo francés René Descartes, para que adorne nuestro jardín con su sabiduría.

El bien que hemos hecho nos da una satisfacción interior que es la más dulce de todas las pasiones.


Hasta una falsa alegría suele ser preferible a una verdadera tristeza.

La lectura es una conversación con los hombres más ilustres de los siglos pasados.

Pienso, luego existo.

No hay nada repartido más equitativamente que la razón: todos están convencidos de tener suficiente.

Cuando uno emplea demasiado tiempo en viajar acaba por convertirse en extranjero en su propio país.

Las almas grandes son capaces tanto de los grandes vicios como de las más excelsas virtudes.

No ser útil a nadie equivale a no valer nada.

®ené Descartes

lunes, 16 de agosto de 2010

En el estilo de Gómez de la Serna

Ramón Gómez de la Serna, inventor y máximo cultivador de la greguería, dejó una huella indeleble en el mundo del aforismo, hasta el punto de haber dejado una legión de imitadores. Entre ellos, un tal Manuel Aguirre de Cárcer, que escribió algunas de ellas precisamente imitando el estilo de Ramón, a las que bautizó como "Supergreguerías".

Dejamos aquí muestra de varias de ellas:

El reloj es el molinillo de café del tiempo.

Es lástima que no podamos, de cuando en cuando, lavarnos el esqueleto.

Ese pimer tranvía que sale a las seis de la madrugada es un tranvía fantasma, que no lleva viajeros ni va a ninguna parte.

Los zapatos que ponemos al acostarnos al lado del lecho, se vengan del trabajo a que les tenemos sometidos durante el día, internándose debajo de la cama y obligándonos a buscarlos a cuatro patas.

Por las noches, los faroles de gas se entretienen silbando las canciones de moda.

Si los ciempiés tuvieran menos pies se cansarían mucho menos.

Las "greguerías" son como las croquetas, que hay que hacer muchas para que llenen y no se pueden aguantar más de seis.

Manuel Agui®re

jueves, 11 de febrero de 2010

Miguel Óscar Menassa

Para embellecimiento de este jardín y disfrute de todos los visitantes, presentamos algunos aforismos y decires del escritor argentino Miguel Óscar Menassa.

Si es posible el poema, es posible la vida.

La cultura es gratis. Si no consigo ser rico, por lo menos tendría que ser culto.

No tengo letra ni música, soy el veloz viento que nadie ve pasar, me llaman poesía.

Si espero tranquilamente, los grandes acontecimientos de la vida me encontrarán descansando.

Con el tiempo, festejaremos el día en que nos han quitado la libertad.

Tengo que decidirme a tomar algo del mundo. Con todo el mundo, nadie se puede quedar.

Sólo caminando, se sabe dónde se tiene que ir.

Sólo cuando sabemos de la muerte, comenzamos a vivir.

Miguel Ósca® Menassa

viernes, 4 de diciembre de 2009

El diccionario del diablo

Abrimos el Jardín de nuevo para deleitarnos con el peculiar punto de vista de Ambrose Bierce acerca de la vida y sus peripecias, expresado en El Diccionario del diablo:

Aplauso: Monedas con que el populacho recompensa a quienes le hacen reír para luego comérselos.

Arado: Herramienta que pide a gritos manos acostumbradas a la pluma.

Aristocracia: Gentes que usan sombreros de copa y camisas limpias, culpables de educación y sospechosos de cuenta bancaria.

Ausente: Singularmente expuesto a la mordedura de la calumnia; vilipendiado; irremediablemente equivocado; sustituido por otro en la consideración y el afecto de los demás.

Autoestima: Evaluación errónea.

Ayer: Infancia de la juventud, juventud de la madurez, el pasado entero de la ancianidad.


Amb®ose Bierce

sábado, 19 de septiembre de 2009

Ya está aquí el otoño

Ya está aquí el otoño, bruscamente, un tiempo de melancolía y sosiego, un tiempo para disfrutar la vida con lentitud, saboreándolo como una infusión que el tiempo prepara con las hojas secas.

Y para recordar el otoño, nadie como el maestro Ramón Gómez de la Serna, del cual dejamos una pequeña muestra de greguerías otoñales.


El otoño es una primavera a la que se le caen las hojas.

Nos sorprende la caída de las primeras hojas del otoño, como si el árbol hubiese dejado caer sus guantes.

Los cisnes en el otoño temen no poder bogar de tantas hojas como cubren los estanques.

Las lagartijas meten un ruido de grandes serpientes entre los matorrales, sobre todo en el otoño, cuando las hojas suenan como papales secos. Entonces hasta parece que rebulle entre las hojas una serpiente boa o un caimán.

Las mariposas de otoño salen con el color rojizo de las hojas secas y las barre el mismo viento a unas y a otras.

El otoño es un príncipe que entra en su palacio de cristal por el paso de alfombra de hojas.

Las hojas secas preparan la tila del otoño.

¡Qué indecentes esas últimas moscas del otoño tardío, que en la desesperada efusividad de su hora agónica se empeñan en darnos un beso!

Los pájaros del otoño nos debían traer la hoja seca con nuestro horóscopo.

El viento es requerido por el otoño para poder arrancar las hojas de los árboles.

Al jardinero le horroriza el otoño porque se le descose todo el jardín.

Las hojas que caen son participaciones que el otoño nos regala para su rifa.

El otoñecer es un trivial entretiempo que se diferencia del otoño como el atardecer del anochecer.

Cuando comienza el otoño, el ser humano quisiera esconderse en el armario como la tortuga, para esperar la próxima primavera, pero saca de él ropas de invierno.

®amón

domingo, 19 de julio de 2009

Mariposas estivales

Se han colado en el jardín algunas semillas traídas por el aire, preludio de futuras malas hierbas, que nos ha sido imposible eliminar. Quede aquí pues este ramillete de intrusos ahora que el verano avanza hacia sus jornadas más calurosas.

Las mariposas son orugas disfrazadas de carnaval.

Las mariposas arrastran su cojera por el aire.

Las polillas son espías de los armarios.

Las mariposas son las flores que un día se echaron a volar.

Las mariposas vuelan pestañeando.

El polvillo de las alas de las mariposas es lo que da color a las flores.

Las mariposas son las polveras de la naturaleza.

Las mariposas son los insectos poetas.

Las mariposas son párpados de mujer que echaron a volar.

Cuando la mariposa abre las alas, todo el campo se viste de primavera.

Las polillas llevan sobre sus alas el polvo de los rincones donde duermen.

Las mariposas son los abanicos de las mujeres chinas.

Las polillas son los ángeles caídos del reino de las mariposas.

Mariposas: abanicos de las flores.

Juan Balleste®

domingo, 26 de abril de 2009

Refranes primaverales

Para celebrar esta Primavera que hace ya unas cuantas semanas se ha instalado entre nosotros, traemos unos refranes alusivos a dicha estación para disfrute de todos los moradores y visitantes del Jardín de los Instantes Perdidos.

Cuando el cuco llega, entonces es primavera; si el cuco aún no llegó, es que la primavera no comenzó.

Tras invierno miserable, primavera detestable.

¿Dos primaveras en un año? Ríete, que es puro engaño.

No hay tiempo que no vuelva: cada año hay primavera.

El viejo centenario nunca vio dos primaveras en un año.

En primavera, la sangre corre ligera.

Pascuas nevadas, en primavera galas.

Golondrinas anticipadas, primavera muy templada.

La primavera, la sangre altera.

jueves, 9 de abril de 2009

El diccionario del diablo

Siguiendo con el monumento de la mordacidad que nos dejó Ambrose Bierce en su Diccionario del diablo, damos aquí algunas nuevas definiciones de palabras de uso corriente cuyo sentido habitualmente se tiende a expresar mal:

Alivio: Despertarse muy pronto una mañana muy fría y comprobar que es domingo.

Ambidextro: Capaz de robar con igual habilidad un bolsillo derecho que uno izquierdo.

Amistad: Barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno sólo en caso de tormenta.

Ancianidad: Época de la vida en que transigimos con los vicios que aún amamos repudiando los que ya no tenemos la audacia de practicar.

Anécdota: Relato generalmente falso.

Amb®ose Bierce

domingo, 22 de marzo de 2009

Oscar Wilde

Traemos hoy a nuestro Jardín de los Instantes Perdidos, para disfrute de todos sus moradores y paseantes, al ingenioso, polé­mico y cínico escri­tor irlandés Oscar Wilde (1854-1900):


Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida.

El primer deber de un crítico de arte es tener la boca callada en todo momento y bajo cualquier circuns­tancia.

Es terriblemente triste que el talento dure más que la belleza.

Las recompensas del mundo degradan tanto al hombre como sus castigos.

El deber es lo que esperamos que hagan los demás.

Para dormirme cuento mis defectos.

Mis deseos son órdenes para mí.

Envejecer no es nada; lo terrible es seguir sintiéndose joven.

El matrimonio es un 97 por cien de conversación.

Experiencia es el nombre que todos dan a sus propios errores.

Que hablen de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen.

Admiro a los hombres que han pasado de los setenta; siempre ofrecen a las mujeres un amor para toda la vida.

Si no se hablara nunca de una cosa, sería como si no hubiera sucedido.

A veces pienso que Dios creando al hombre sobreestimó un poco su habilidad.

Cuando hay demasiada libertad nunca hay bastante.

Sólo publican memorias aquellas personas que ya han perdido totalmente la memoria.

Un hombre que no piensa en sí mismo no piensa en nada.

Si uno dice la verdad, tarde o temprano será descubierto.

El que vive más de una vida debe morir más de una muerte.

Si una mujer se vuelve a casar al quedarse viuda, odiaba a su primer marido; si un hombre se casa por segunda vez, adoraba a su primera esposa.

Formar parte de la sociedad es un fastidio, pero estar excluido de ella es una tragedia.

El drama de la vejez no consiste en ser viejo sino en haber sido joven.

El hombre que se ocupa de su pasado no merece tener un porvenir.

Las lágrimas son el refugio de las mujeres feas, pero la ruina de las bonitas.

Entre un hombre y una mujer no hay amistad posible. Hay amor, odio, pasión, pero no amistad.

Un cínico es un hombre que conoce el precio de todo y no da valor a nada.

Dad una careta al hombre y os dirá la verdad.

Los hombres se casan por cansancio, las mujeres por curiosidad; ambos quedan chasqueados.

Para la mayoría de nosotros, la verdadera vida es la vida que no llevamos.

El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer.


Osca® Wilde

domingo, 15 de marzo de 2009

Golondrinas y vencejos

Ahora que huele a primavera, que la naturaleza explota, que los cielos se cubren de sol, que hasta las nubes son un adorno más para embellecer las hojas del calendario, es inminente la llegada de las primeras golondrinas. Y nadie como el maestro Ramón supo conversar con ellas y sacarles toda su esencia.

Dejamos aquí una muestra del arte del gran maestro de la greguería, para disfrute de todos los moradores del Jardín de los instantes perdidos.

Las golondrinas cortan con las tijeras de sus alas el traje de la tarde.

La golondrina es una flecha mística en busca de un corazón.

Aunque lo duden los ignorantes, las golondrinas saben cuándo es domingo.

La golondrina que vuela se hace la borracha pero no está borracha.

Golondrina: bigotes postizos del aire.

La golondrina es la alabarda contra el viento.

Los vencejos silban a nuestros malos pensamientos.

La golondrina marca de inmortalidad nuestro paso por la tierra y pone su sello alegre en nuestro pasaporte, que no será válido en su hora si no lleva ese paréntesis que vuela.

La golondrina se baña un instante en el agua como la mano que roza la pila de agua bendita y después traza la persignación de su vuelo.

La hora en que las golondrinas salen del colegio.

Las golondrinas abren las hojas del libro de la tarde como incesantes cortapapeles que nos han traído de Alejandría.

Las únicas que saben de arquitectura comparada son las golondrinas.

Las golondrinas bordan en el cielo de sus vuelos el manto que piensan regalar a la Virgen.

Las golondrinas de la tarde se paraban en el pentagrama de las arrugas de la frente de Beethoven.

La golondrina llega de tan lejos porque es flecha y arco al mismo tiempo.

Las golondrinas imitan con sus chirridos y silbos el frenar de los autos cuando reprimen sus cuatro ruedas frente al portal del verano.

Las golondrinas juegan al fútbol sin pelota.

Las golondrinas llenan de firmas el pergamino del cielo en homenaje del buen tiempo.

Las golondrinas parece que escriben en los cielos claros largas cuar­tillas escritas en latín quizás, o quizá en jeroglíficos y signos egip­cios.

Las golondrinas rozan apenas el estanque como si tomasen el agua suficiente para persignarse.

¿Conmemoran los domingos los vencejos?... Parece que sí. Sobre el cielo de la tarde de los domingos -desanimado como si hubiese absorbido toda la alta festividad lo bajo, la tierra rasera, la tierra de los merenderos y todo lo que en el domingo es achaparrado, los jar­dines, las plazas, todo-, sobre el cielo de la tarde de los domingos juegan muchísimos vencejos, más que los demás días... ¿Es que salen ese día los vencejos que trabajan toda la semana en oscuros rincones, los vencejos tenderos, los vencejos horteras, los vencejos criados y criadas?...

La golondrina es escritura, palotes y comas reunidos por la pluma expedita del escriba esparcido del destino.

Las golondrinas se meten en sus nidos antes de que anochezca mucho, porque las da mucho asco que las confundan con los murciélagos.

Las golondrinas se pasan poniendo al aire banderillas al quiebro.

¡Qué bien tuerce la esquina la golondrina!

Las golondrinas son de la cruz roja del alma.

Los vencejos rayan con sus pitidos el cristal del cielo, o dicho de otra manera: "Los vencejos apolillan las tardes azules".

Las golondrinas son los pájaros vestidos de etiqueta.

Las golondrinas tienen a veces vuelo de ciclistas.

Las primeras golondrinas salen de los ojos negros de las mujeres jóvenes.

Se sentían las chillonas golondrinas como una escarapela cursi del sombrero de la tarde.

Tres golondrinas paradas en el hilo del telégrafo forman el broche de la tarde.

Las golondrinas tienen prohibido casarse con los vencejos.

Hay una golondrina de la bandada que se ve que lleva el libro de señas.

Las golondrinas juegan sobre la calle del cielo que corresponde a nuestra calle de tierra como párvulos en vacaciones o al salir de las escuelas.

Los vencejos tienen más de patinadores que de voladores... Pati­nan en el aire, se dejan ir, se ladean, se envuelven unos a otros, van juntos en las curvas, igual que patinadores, con sus mismos den­gues y sus mismas coqueterías, con su misma caballerosidad y su misma puerilidad.

Las golondrinas juegan al tobogán del aire.

La golondrina que da vuelta rápida a la esquina parece que lleva en el pico un alfiler a la dama que lo necesita con urgencia.

La golondrina se encoge de hombros en medio de su vuelo.

Las golondrinas entrecomillan el cielo.

®amón

domingo, 1 de marzo de 2009

Tiempo de relojes

En nuestro jardín siguen proliferando las malas hierbas. Por mucho que trato de arrancarlas, ellas parece que se extienden más y más, así que habrá que dejarlas por esta vez referirse a los relojes y los despertadores.

Espero que su presencia no afee mucho tan paradisíaco lugar.

Deberíamos tener dos despertadores: uno para los sueños buenos y otro para los malos.

Los despertadores se quejan al sindicato de relojes por tener que trabajar toda la noche sin cobrar plus de nocturnidad.

A los relojes hay que darles cuerda como si fueran alpinistas.

El verdadero invento sería el reloj de arena sumergible.

No se debe prolongar la agonía de un reloj al que se le está terminando la pila. Da pena verlo sufrir, ver cómo primero se va quedando atrás el segundero y cómo no tiene fuerza para subir hasta la vertical, re­bo­tando contra sí mismo mientras su corazón late cada vez con menos fuerza. Es mejor darle un tiro de gracia, liberarle cuanto antes de esa pila gastada y dejarle descansar en paz hasta que le pongamos otra pila nueva.

A veces, al mirar el reloj, confundimos las dos manecillas, de tal forma que cuando advertimos nuestro error, ganamos o perdemos una hora en apenas unos segundos.

Los relojes nos engañan, es evidente. No es posible que siempre marchen a la misma velocidad. Hay ratos, cuando nadie se fija en ellos -y los relojes saben entonces que nadie los mira- en que sus mane­cillas traviesas corretean por la esfera brillante de su superficie, dando vueltas y vueltas como locas. En cambio, cuando saben que las están mirando, adoptan un paso solemne y marcial, ponen cara de for­malitas.

Aquel reloj parecía ir en hora, pero en realidad atrasaba: marcaba la hora de ayer.

El despertador es el hilo que nos mantiene vivos durante la noche.

Cuando la enfermera nos toma el pulso es cuando nos damos cuenta de la verdadera importancia que tienen los relojes.

Compraba relojes usados hasta que por fin puso un negocio de venta de rubíes.

Todo despertador lleva dentro de sí el espíritu de un gallo sacrificado.

Cuando vemos que nuestro reloj marca una hora diferente de la que vemos en otros relojes, lo primero que pensamos es que son los otros los que están equivocados.

El reloj de la muerte es el único que no atrasa.

En aquella casa eran siempre las diez de la mañana, porque el gran reloj de pared, estropeado, se había detenido al llegar a esa hora.

Los despertadores son los relojes policías.

Esos relojes antiguos que colgaban de una cadena del bolsillo, nos recordaban que estamos encadena­dos al tiempo.

Gitano que corre: reloj escapado de su dueño.

El despertador es como ese cobrador inoportuno que llama a nuestra puerta. Nunca es bien recibido.

Hay veces que llevamos el reloj de pulsera tan apretado, que al quitárnoslo se nos quedan marcadas en la piel la correa, el broche y la esfera de un imaginario reloj de carne.

La manecilla fija del despertador tiene envidia de sus otras hermanas que siempre están dando vueltas por la esfera del reloj.

La X es el reloj de arena del alfabeto.

Lo que más rabia le da al reloj es esa humillante hora que le ponemos y le quitamos dos veces al año. Es lo que más le desconcierta.

Lo que más teme el despertador es ese manotazo en la cabeza que recibe cada mañana. ¡De esa forma le agradecen los servicios prestados!

Los dientes de los engranajes del reloj se van comiendo nuestro tiempo sin que nos demos cuenta.

Los grillos son el reloj de la naturaleza, pero les faltó el mecanismo despertador. Por eso existen los gallos.

No me gustan los relojes cuadrados porque en sus esquinas siempre quedan restos del tiempo pasado, unos restos difíciles de eliminar.

¿Y si se parasen de pronto todos los relojes? ¿Se pararía el tiempo? En todo caso, perderíamos la cuenta de los segundos que han transcurrido y tendríamos que volver a empezar desde cero.

El despertador que suena produce siempre una lluvia de cristales rotos.

Hay mañanas en que al despertador le da por no sonar y nos hace llegar tarde a una cita. ¿Habrá sido un descuido de su maquinaria, o la fatiga después de toda una noche funcionando? A lo mejor conocía nuestros sueños felices y sintió lástima de romper la magia de ese instante.

Muchas veces la pesadilla no es ese sueño obsesivo que tenemos, sino el despertador que nos trans­porta de nuevo a la realidad.

Una de las mayores tristezas de la vida es el sonido de la alarma del despertador por las mañanas.

Las brújulas son relojes mancos.

El despertador es el espía de nuestros sueños.

Las diez y diez: hora en que todos los relojes van al fotógrafo.

Juan Balleste®

sábado, 14 de febrero de 2009

El mayor sabio de la Humanidad

A nuestro jardín, un tanto frío y desangelado en estas jornadas de invierno, traemos hoy para alegrarlo como si fuera el rocío de una mañana soleada, unas gotas de la sabiduría del maestro de todos los maestros: el filósofo griego Aristóteles (384-322 a.C.).

Es un honor tenerlo entre las criaturas que habitan este jardín.

El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice.

La esperanza es el sueño del hombre despierto.


El amigo de todo el mundo no es un amigo.

Avaro es el que no gasta en lo que debe, ni lo que debe, ni cuando debe.

Saber es acordarse.


Todo acto forzoso se vuelve desagradable.

Lo mejor es salir de la vida como de una fiesta, ni sediento ni bebido.

La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión.


Demasiado poco valor es cobardía y demasiado valor es temeridad.

No hay genio sin un gramo de locura.

A®istóteles

domingo, 18 de enero de 2009

El diccionario del diablo

Aquí van otras cuantas definiciones de palabras cuyo significado suele conocerse mal:

Academia: Escuela antigua donde se enseñaba moral y filosofía. Escuela moderna donde se enseña fútbol.

Acreedor: Miembro de la tribu de salvajes que viven más allá del Estrecho de las Finanzas; son muy temidos por sus devastadoras incursiones.

Africano: Negro que vota a nuestro partido.

Aire: Sustancia nutritiva con que la generosa Providencia engorda a los pobres.

Amb®ose Bierce

martes, 6 de enero de 2009

La Giralda de Sevilla

Hoy encontramos en nuestro jardín algunas malas hierbas que no hemos podido arrancar, y que se refieren al monumento más bello y emblemático de la capital andaluza: la Giralda de Sevilla.

Que me perdonen los sevillanos el atrevimiento de poner mis mugrientas manos sobre esas piedras centenarias.

La Giralda es un enorme cirio que ilumina la Semana Santa sevillana.

La Giralda es un faro que escudriña cada rincón de la ciudad, cada callejuela, cada árbol y cada pisada.

Al ver la Giralda de Sevilla nadie diría que es una niña de más de 800 años.

La Giralda, con sus ventanas y tragaluces de formas caprichosas, parece un instrumento de viento que se alza y se recorta en el cielo, por el que el aire, al colarse, compone la melodía de la ciudad.

En Semana Santa, la Giralda elevándose hacia el cielo es como el cofrade de honor de todas las hermandades de la ciudad.

La Giralda es la gran sombrilla plegada contra el bochornoso calor estival.

A la Giralda, no se sabe por qué, le faltó la cola de su traje de flamenca.

En el fondo, la Giralda desearía ser la Torre del Oro para poder mirarse y admirarse, como hace ésta, en las aguas del río Guadalquivir.

Con la tinta invisible que lanza al aire la Giralda se escribe la belleza de Sevilla.

La Giralda apaga su sed estival con manzanilla.

Los suicidas que se tiraban desde lo alto de la Giralda eran durante unos segundos fotógrafos involuntarios de la belleza de sus fachadas.

Quien ha observado la Giralda durante la madrugá, sabe que impone su silencio al paso del Gran Poder, pero que agita sus invisibles cascabeles al aparecer la Virgen Macarena y la Esperanza de Triana.

A veces, mirando la Giralda, da la sensación de que por fin va a echarse a andar.

La Giralda es como el soneto que culmina la belleza de Sevilla.

Las réplicas de la Giralda existentes en Badajoz, Carmona, Arbós o Kansas City tienen esa tristeza de los disfrazados de carnaval, conscientes de la impostura que se esconde debajo de su apariencia.

La gran pena de la Giralda es no poder verse reflejada en el río Guadalquivir.

Hay quien está tentado de ponerle cuerdas a la Giralda para convertirla en una especie de guitarra.

A la Giralda, con el paso de los siglos, los visitantes le han ido robando los caireles que colgaban de sus muros y ventanas.

Durante la feria de abril, la Giralda se viste con su invisible traje de flamenca.

Hay una Giralda recién levantada, con la carita limpia y natural; otra Giralda para las horas centrales del día, vestida con ropa cómoda y ligeramente maquillada, y otra Giralda nocturna, meticulosamente pintada y luciendo todos sus encantos, que es la envidia de todas las torres del mundo y capaz de eclipsar hasta a la propia Luna llena.

La Giralda es sevillana por fuera, pero se siente profundamente bética en su interior.

La tristeza de subir a lo alto de la Giralda es que desde allí no se ve la Giralda.

No hay vértigo comparable al que siente el pobre Giraldillo encaramado en lo alto de la Giralda.

Después de cada Semana Santa, a la Giralda deberían limpiarle los goterones de cera derretida que quedan colgando en lo alto de sus paredes.

En el interior de la Giralda se echan de menos unas escaleras para impresionar a los visitantes que gustan de contar el número de escalones que hay que recorrer hasta la cúspide de los monumentos.

Mientras no se llega al pie de la Giralda no se puede decir que se ha estado en Sevilla.

Una de las cosas que más rabia le da a la Giralda es no poder ponerse pendientes.

En la madrugá, hasta la Giralda parece llorar cera.

La Giralda iluminada de noche parece una mujer fantasma.

A veces la Giralda se siente juguetona y le entran ganas de cambiar la orientación de sus fachadas.

La imagen de la Giralda recortándose a lo lejos sobre el cielo es lo que hace más bello vivir en el barrio de Triana.

Durante la noche, el Giraldillo parece la llama que desprende el gran cirio que es la Giralda iluminada.

La Giralda es un termómetro para medir las altas temperaturas de Sevilla durante los meses de verano.


Juan Balleste®

domingo, 21 de diciembre de 2008

Las flores de Carlos Flores

Greguerías extraídas de su Baúl de greguerías (publicado en 2006):

La piel de los viejos está cubierta por laberintos de los días perdidos.

En el lejano horizonte es donde el cielo y el mar juegan a la comba.

No consiguió hacerse joven hasta llegar a una edad muy avanzada.

La muerte es tan culpable por llevarse al joven con todo por hacer como por no llevarse al viejo con todo ya hecho.

El cerebro es como el chocolate: se vuelve espeso si le damos demasiadas vueltas.

El que confiesa una envidia sana quiere decir que la tiene fuerte y robusta.

Los pañuelos de papel le quitan categoría al llanto.

Era tan bruto y tosco que suspiraba en forma de eructos.

La jota es un baile que se baila a patadas.

El jorobado es una persona con propina.

De aquellos pies olían mal hasta las huellas dactilares.

Veterinario suicida: operaba de anginas a los cocodrilos.

El trueno es un aviso que llega siempre con retraso.

El consuelo que nos queda es pensar que el propio Joyce tuvo que pasar por el trance de leerse enterito el "Ulises".

Cuando el niño se despierta llorando es porque ha soñado que de mayor no llegará nunca a aprobar las oposiciones a notarías.

©arlos Flores

miércoles, 17 de diciembre de 2008

De los dentistas

El genial Enrique Jardiel Poncela tenía una conocida fobia a los médicos y a todo lo relacionado con su profesión. Entre bromas y veras hizo escarnio de estos profesionales en repetidas ocasiones, tanto en sus obras de teatro como en novelas o en obras humorísticas ern general.

Buena muestra de ello son estas Máximas mínimas acerca de los dentistas, que traemos hasta nuestro jardín para embellecimiento del mismo.

En las antesalas de los dentistas no hay más que periódicos atrasados.

Las casas de los dentistas y los teatros de variedades se parecen en que las estrellas se ven al final.

Pasta en lenguaje chulesco significa dinero. Empastar en lenguaje odontológico significa sacar el dinero.

Un dentista, aunque le insultéis, no os dará nunca un puñetazo que os tire abajo una muela.

Los dentistas, como los malos toreros, se pasan la vida pinchando en hueso.

Cuando notéis que el dentista se ha equivocado y os ha extraído una muela sana, callaos como muertos, porque si habláis, será capaz de extraeros también la muela enferma.

Ja®diel Poncela

domingo, 14 de diciembre de 2008

Enquiridión

EPICTETO de Frigia, fue un filósofo estoico griego que nació hacia el año 55 y se cree que murió en el 135 de la era cristiana. Su pensamiento está recogido en el Enchyridion o Manual y en unos discursos, editados por su discípulo Flavio Arriano.

Hoy lo recordamos aquí para embellecer nuestro Jardín de los instantes perdidos.

Conserva bien lo tuyo y no codicies lo ajeno. Si tal haces, nada podrá impedirte el ser dichoso.

Si quieres algo bueno, búscalo en ti mismo.

La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la cosa más fácil, hablar mal de los demás.

Cuando hayas de sentenciar, procura olvidar a los litigantes y acordarte sólo de la causa.

No pretendas que las cosas sean como las deseas; deséalas como son.

No debemos sujetar nuestra nave con una sola ancla ni nuestra vida con una sola esperanza.

La felicidad consiste en ser libre, es decir, en no desear nada.

Engrandecerás a tu pueblo, no elevando los tejados de sus viviendas, sino las almas de sus habitantes.

Vela por tus pensamientos cuando estés solo y por tus palabras cuando estés con los demás.

Nadie es libre si no es dueño de sí mismo.

No hay que tener miedo de la pobreza, ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte… De lo que hay que tener miedo es del propio miedo.

Tan difícil es para los ricos la sabiduría como para los sabios adquirir riqueza.

Cuando estés de noche en tu alcoba, aun cuando tengas las puertas y las ventanas cerradas y apagada la luz, no digas que estás solo: nunca se está solo.

No se llega a campeón sin sudar.

La verdad triunfa por sí misma; la mentira necesita siempre complicidad.

Epi©teto

sábado, 13 de diciembre de 2008

Instantes

Onitsura (1660-1738), fue poeta contemporáneo de Basho aunque literariamente se tiende a considerar un precursor de éste.

Su importancia radica en haber sido el primero en haber escrito verdaderos haikus, en el sentido de que sus poemas son pura percepción de la naturaleza.

Dejamos para embellecer nuestro jardín una muestra de su maestría.

¡Ven, ven! -le dije
pero aquella luciérnaga
se fue volando.


Sobre el ciruelo
sabe mi corazón
y mi nariz.


Yo lo enterré,
pero ¿habrá alguna planta
que flore en hijo?


Cuando flora el cerezo
tiene dos pies el ave,
cuatro el caballo.


Del mundo vano
no estoy desnudo aún.
Cambio de ropa.

Onitsu®a

domingo, 7 de diciembre de 2008

Los mecheros

Han aparecido algunas malas hierbas en el jardín que se refieren a los mecheros, esos objetos caprichosos que acompañan a los fumadores donde quiera que van. No ha habido forma de arrancarlas, de forma que así se quedan.

Los mecheros son promiscuos e infieles. Se mezclan sobre las mesas, tienden a agruparse en los rinco­nes más inverosímiles y nos abandonan a la primera ocasión.

Hay unos mecheros bromistas que producen llama con normalidad, pero que se apagan en cuanto per­ciben que se les arrima un cigarrillo.

Hay unos mecheros chapuceros que se estropean y pierden alguno de sus componentes al poco tiempo de tenerlos, sin posibilidad de arreglo. Suelen ser una burda imitación de algún otro de marca presti­giosa.

Hay unos mecheros duros que nos producen un callo en el dedo al encender con ellos, debido a que alguna de sus piezas no está debidamente ajustada.

Hay unos mecheros elegantes que son la envidia de sus semejantes por su diseño, color o material con el que están fabricados.

Hay unos mecheros gamberros, que por mucho que uno se empeñe sueltan siempre un fogonazo que nos quema las cejas.

Hay unos mecheros huidizos que siempre se esconden y tienen tendencia a escapar de la vigilancia de sus dueños.

Hay unos mecheros inútiles que se guardan después de quedar vacíos, y que sólo sirven para rodar por los cajones. Suelen desaparecer con las mudanzas o en algún otro acontecimiento de parecidas caracte­rís­ticas.

Hay unos mecheros modernos, de diseño vanguardista, que sin embargo suelen resultar poco útiles a su propietario.

Hay unos mecheros pirotécnicos que cada vez que son empleados arrojan una pequeña lluvia de chis­porroteos y que suelen tener una llama irregular.

Hay unos mecheros que nos recuerdan a los enfermos crónicos, porque parece que ya no les queda gas y sin embargo aún son capaces de encender nuestro cigarrillo con una levísima llama.

Hay unos mecheros remolones que encienden cuando les da la gana, casi nunca a la primera.

En el establecimiento anunciaban: "Se cargan mecheros". Y efectivamente, les llevé dos y se los carga­ron.

Juan Balleste®

Homenaje a Ramón, por "Tono"

Antonio de Lara Gavilán (“Tono”), escribió en su día una serie de greguerías en homenaje al maestro, parte de las cuales recordamos ahora para embellecer nuestro peculiar jardín.


Era tan fuerte el calor que los acordeones se desabrocharon todos los botones.

Los negros son negros para que se sepa que son negros.

¡Qué perfecta era aquella vaca! En el mapa de su piel coincidían los Pirineos con su espina dorsal.

Al movimiento de las gallinas le faltan fotogramas.

Desde el tren los borregos parecen piedras y las piedras parecen borregos.

Las olas, en las orillas del mar, siempre se están arrepintiendo.

Cuando las señoras gordas se ponen los guantes se ordeñan las manos.

La primera noche, en una habitación de hotel, se sueña lo que había dejado a medio soñar el viajero anterior.

La almohada debía llorar cuando se le cambia la funda.

¡Tenga, María, lleve usted estas camelias a la planchadora!

La aspirina no debía echarse en la boca sin un sello de urgencia.

Todas las mesas están cojas de tanto estar de pie.



Antonio de La®a Gavilán ("TONO")

sábado, 6 de diciembre de 2008

Gatos

De las muchas greguerías que nos dejó Ramón acerca de los gatos, vamos a recordar ahora algunas de ellas:


El gato es una gárgola que se pasea por casa.

Cuando se mira los ojos del gato durante el día parece que se les ha quedado encendida la luz de la alcoba.

Un gato subido a un árbol cree que se ha independizado del mundo.

Ojos de los gatos: dos uvas que miran.

El gato asiste a la tertulia como si le diese sueño la conversación.

No os olvidéis que los maullidos del gato significan dolor de amar o de haber amado.

Los fotógrafos hacen constantemente fotografías a los gatos; pero los gatos son los que hacen las mejores fotos a los fotógrafos.

En los ojos mefistofélicos del gato se ve un resquicio del infierno.

Gato: máquina de calcular los sueños.

El gato se hace el muerto para que lo dejen dormir la siesta.

Un chino inventó al gato.

Los gatos tienen el alma de sonámbula.

No es tan viejo el gato como para tener bigote blanco.

Las orejas del gato están preparadas para oír lo negro y lo blanco.

Atardecer: el gato enciende sus candiles.

El gato enrollado en la silla es una corona de sueño de gato.

El gato sería un buen ladrón nocturno.

Los gatos del zoológico están tristes porque no tienen jaula con su tarjeta.

En los ojos del gato hay un asombro reblandecido frente a supuestas perversiones que parece ver en el bajo fondo de las habitaciones.

Los gatos se beben la leche de la luna en los platos de las tejas.

Los ojos del gato tienen la tristeza, la lágrima redonda de no poder ser más que ojos de gato.

El gato deslumbra al ratón con sus ojos de luz como los faros del automóvil al conejo.

El gato tiene pelo de presidiario.

Lloran los gatos en la noche porque hubieran querido nacer niños en vez de gatos.

Los gatos son los que pintan de negro las chimeneas.

Si los gatos se subiesen unos sobre otros, llegarían a la luna.

Cuando el gato eleva su cola en forma de interrogación, pregunta: "¿Qué hora es?".

El gato de la carpintería vigila y defiende el cacharro de la cola.

A los gatos se les salen los ojos mirando cualquier cosa, como si comprendieran la esencia profunda de que están formadas.

El mayor compromiso de la vida es tener que regalar los siete gatos que le han nacido a la gata.

Cuando un gato bosteza parece un tigre.

La gran duda del atardecer que pasa por la imaginación de la vieja del gato es si estará alimentando a Lucifer.

No nos acercamos al gato muerto como si estuviésemos seguros de que se ha ido al infierno.

El grito más agudo de la noche es el del gato que se queja de una indigestión de ratones.

En el gato se despereza la S.

Los gatos negros se tiñen de noche.

Misterio de la vida humana; se comienza siendo gato negro y se acaba siendo gato blanco.

Un gato con dos colas trastornaría el pensamiento.

El gato cree que la luna es un plato de leche.

Al ver los ojos del gato se piensa que los ha robado de los botones que hay en el costurero.

El gato mira la tertulia como si le diese sueño la conversación.

Es tan humorístico el "miau" de los gatos que parece que los gatos maúllan en broma, imitándose a sí mismos en son de burla.

Gato: la máquina fotográfica del misterio.

El gato os mira como si fuéseis su reloj.

Cuando en la noche pasa un gato corriendo al pie de la casa le pone zócalo de gatos.

Ya estaba en su final el congreso de peletería cuando el gato pidió la palabra y dijo: "Protesto de que ni una sola vez se haya pronunciado mi nombre".

Si nos limpiasen los gatos, quedarían bien los zapatos.

El gato es al único que no puede dársele gato por liebre.

En el gato se nota el pensamiento rencoroso del felino.

Cuando se miran dos gatos, parece que se magnetizan encandilándose.

El gato que cruza la calle en la noche conoce subterráneos miste­riosos y pa­rece un tigre en una selva, un tigre por cómo adopta pos­turas de tigre y se desenvuelve y se produce como un tigre en el desierto, como un tigre cauteloso y furtivo.

Cuando el automóvil aplasta un gato se ven rodar por la cuneta dos ojos luminosos, como dos gemelos escapados a unos puños.

El gato sólo admira al hombre cuando echa un leño más en la chimenea.

Los gatos asisten al "night club" del tejado.

Un gato muerto en la calle da una sensación horrible, como la de los vestiglos y los monstruos con almas quiméricas y misteriosas que vimos matar en los cuentos de niños... Un perro muerto y tira­do en la calle también conmueve, un ratón repucha como lo pestí­fero, pero un gato sobrecoge y da un escalofrío trágico, macabro, luzbeliano.

La hora presuntuosa es cuando el gato se riza los bigotes.

El gato es tan discreto que cuando ve a su dueño andarse en la nariz cierra los ojos.

El gato en el jardín es indiferente a las flores, pero no a los pájaros.

Los gatos nos rizan los bigotes de los pies.

El que come gato ve en la oscuridad.

Al enfermarse un gato celebran junta de médicos los otros gatos en el sótano del cristal roto.

El gato rubrica todos sus pensamientos con la cola.

El gran conflicto del gato es poder dar carrera a esos seis gatitos que salen al mundo de una vez.

Los gatos siempre están espantados -se ve en sus ojos- con la muerte y con la catástrofe próxima, que sólo ellos presienten.

Esos gatos gordos, pausados y grandes que se asoman a los escaparates, revelan la prosperidad y la molicie secreta de los comercios, son lo más regalado de la tienda de algo misterioso y ruinoso, del ratón de la ruina, que es otro ratón distinto al ratón vulgar.

El gato del café se convirtió en aparato telefónico para los que no tienen una moneda para comunicarse.

¿No veis que los ojos del gato están asustados con lo que ven? Es que ven cómo pasa la arena de vuestra vida en el reloj que sois y no veis.

El gato tiene desde joven los bigotes blancos.

Lo malo, lo fuerte de la negrura de los gatos, es que es la negrura del pasado, de la noche de los siglos.

El gato no es nunca nuestro hijo, sino un tío jubilado de bigote blanco.

Los ojos de los gatos están mirando por el ojo iluminado de la cerradura de la alcoba del misterio.

El gato parece estar oyendo por sus orejas alertas cuentos verdes.

®amón

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Máximas morales

François VI, duque de La Rochefoucauld (1613-1680) fue un escritor francés que escribió un libro de Reflexiones o sentencias y máximas morales (1665) en el que, en número aproximado de setecientas, arremete contra la falsa virtud y desmitifica la concepción tradicional del héroe.
La edición completa de las Máximas apareció en 1817.

Todo el mundo se queja de su memoria, pero nadie de su inteligencia.

Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse.


Es más vergonzoso desconfiar de los amigos que ser engañado por ellos.

La clemencia de los príncipes a menudo no es más que política para ganarse el afecto de los pueblos.

A los viejos les gusta dar buenos consejos, para consolarse de no poder dar malos ejemplos.


El medio más fácil para ser engañado es creerse más listo que los demás.

Los celos se alimentan de dudas.


Lo que nos impide muchas veces entregarnos en manos de un solo vicio, es el estar prisioneros de multitud de ellos.

Todos poseemos suficiente fortaleza para soportar la desdicha ajena.


Cuando no se encuentra descanso en uno mismo, es inútil buscarlo en otra parte.

Es más fácil ser sabio para los demás que para uno mismo.

Antes de desear ardientemente una cosa, deberíamos cerciorarnos cuidadosamente de la felicidad que proporciona al que la posee.

Los defectos del espíritu, como los del rostro, aumentan al envejecer.

Se puede ser necio teniendo talento, pero jamás teniendo juicio.

Establecemos reglas para los demás y excepciones para nosotros.


Ni el Sol ni la muerte pueden ser mirados fijamente.

La vanidad de los demás resulta insoportable porque hiere la nuestra.

Ninguna otra cosa damos con tanta liberalidad como nuestros consejos.


Se dan consejos, pero no el juicio para sacar provecho de ellos.

Los pleitos no durarían tanto si la culpa no estuviese más que en una de las partes.

Si no tuviéramos defectos, no hallaríamos tanto placer en resaltar los de los demás.


La ®ochefoucauld

domingo, 30 de noviembre de 2008

El diccionario del diablo

El diccionario del diablo, escrito por el estadounidense Ambrose Bierce (1842-1913), representa una referencia de la literatura mundial en lo que a irreverencia y mordacidad se refiere.

Estructurado en forma de diccionario, Bierce desmonta y ridiculiza, sin pelos en la lengua, instituciones, conceptos, mitos y en definitiva todos los rincones de la sociedad contemporánea.

Lo dejaremos habitar en nuestro jardín y convivir con otras criaturas, manteniendo el orden alfabético por él mismo establecido.

Abogado: Persona designada legalmente para que desarregle los problemas de alguien que no ha tenido la habilidad de desarreglarlos por sí mismo.

Abstemio: Persona de carácter débil, que cede a la tentación de negarse un placer. Abstemio total es el que se abstiene de todo, menos de la abstención; en especial, se abstiene de no meterse en los asuntos ajenos.

Aburrido: Dícese del que habla cuando uno quiere que escuche.

Amb®ose Bierce